Puntuación: 9+
Mejor tema: Rocket Brothers
Tracklist
Tracklist
1. Rocket Brothers
2. Surfing the Warm Industry
3. The Aftermath
4. Ruby Over Diamonds
5. Melpomene
6. The Push
7. Ramparts
8. Petite Machine
9. The New Gold
10. Big Fresh
11. In the Sand
12. Small Poem of Old Friend
13. Zitilites
2. Surfing the Warm Industry
3. The Aftermath
4. Ruby Over Diamonds
5. Melpomene
6. The Push
7. Ramparts
8. Petite Machine
9. The New Gold
10. Big Fresh
11. In the Sand
12. Small Poem of Old Friend
13. Zitilites
14. Bodmin Pill
Estoy acá de vuelta para hablar de un disco que descubrí
en este último tiempo y me voló la cabeza. Kashmir es una banda danesa que
canta en inglés. Comenzó su carrera en la década del 90, pero recién logró
cierto prestigio en el resto del mundo en 2003 con este disquito llamado
Zitilites (un muy buen nombre, por cierto. Durante mucho tiempo creí que se
llamaba “Zitilities” y me gustaba aún más, pero bueno). Y digo “cierto” porque
nunca fue una banda muy conocida. Por eso me sorprendió tanto. Porque, al darle
una escucha inicial, lo primero que uno piensa es: “todas estas canciones
podrían haber sido hits”. Y este pensamiento se repite tanto que se termina
traduciendo en: “esto es una obra maestra”. Porque sí, Zitilites es una
verdadera obra maestra. Nadie le dio mucha bola, quizás porque ya era
ligeramente anacrónico, pero lo cierto es que es mejor que muchos de los discos
que deslumbraban a la crítica por ese tiempo.
¿Por qué digo anacrónico?
Porque suena bastante a la década del 90. Es
un disco algo frío, muy artístico, muy atmosférico, con ese ambiente mitad
espacial mitad eléctrico. Me hace acordar un poco a Ok Computer. Y, claro, como Ok Computer es mi disco favorito, creo que es
obvio que éste me gusta casi en la misma medida. Claro, esto no es Ok Computer.
No tiene el mismo aire a “algo trascendente está pasando”, no está tan
cohesionado, las letras no describen tan perfectamente la vida moderna, no ofrece tanta experimentación. Pero el clima está, lo acuático está, lo opresivo
está. Y las melodías también están. Porque (y prometo que es la última vez que
hablo de Ok Computer) el disco de Radiohead tenía tantos elementos perfectos
que uno casi se olvidaba de las maravillosas melodías pop que lo atravesaban.
Aquí, en cambio, éstas relucen esplendorosas en la hermosa voz de Kasper
Eistrup, y es por esto que uno se pregunta en qué mierda estaba pensando el
mundo que no convirtió a este disco en uno de los más vendidos de la década. No
hay, como dije, demasiada experimentación. No hay (mucha) electrónica ni nada muy
parecido. En ese sentido, es más bien un álbum de pop muy refinado y ecléctico,
lleno y relleno de canciones hermosas y exquisitamente matizadas. Pero no
quiero dejar una imagen demasiado azucarada del disco, porque la verdad es que
tampoco es tan así. Que tenga esa sutileza pop no le quita en ningún momento el
poder emotivo, ni lo convierte en música pasatista. Todo lo contrario: es una
experiencia altamente sensorial, gloriosa, oscura. Y que tenga bellas melodías
no lo hace más simple. Para nada: todo el disco es muy cerebral, muy trabajado
y muy artístico, hasta el punto que no negaría influencias del rock progresivo.
Así es: hay mucha atmósfera, mucha oscuridad, mucho Pink Floyd (principalmente
en la sección de teclados, interpretada de manera brillante por Henrik
Lindstrand).
No sé si lo expliqué muy bien, pero basta con que sepan que es un
disco genial. Creo que la mejor síntesis que podría hacer es que es un disco
azul (como la tapa de Ok Com…digo, nada). Un disco etéreo, atmosférico, bello,
para escuchar sobrevolando algún glaciar en una cápsula voladora y preguntarse
cómo carajo hace un danés para pronunciar tan bien el inglés.
En fin. El disco comienza con una sencilla pero preciosa
progresión de acordes de guitarra que nos adentra de lleno en el viaje. Se
trata de Rocket Brothers, uno de los dos singles del disco. Recuerdo que este
fue el tema con el que conocí a la banda, y durante una semana no pude parar de
escucharlo. Es una balada extraordinaria, muy emotiva, con una letra fraternal,
que va subiendo y subiendo hasta estallar en un estribillo apoteósico, repleto
de intensidad. Luego de la segunda estrofa, el estribillo se repite con un
falsete brillante de Eistrup que nos deja los ojos llenos de lágrimas, para
instantáneamente dar paso a una coda casi sinfónica, con guitarras por todos
lados, una más hermosa que la otra. No se me ocurre un comienzo mejor.
A continuación tenemos el otro single del disco, llamado
Surfing The Warm Industry, una muy buena canción, aunque sinceramente yo
hubiera elegido bastantes otras como single. Está estructurada de forma similar
a Rocket Brothers (introducción de guitarra - canción en subida - coda) pero es
mucho más movida, con un riff de guitarra sigiloso que en el estribillo cobra
fuerza y distorsión. No obstante, toda la canción es una eterna subida, con un
sonido cada vez más apabullante y una batería simple pero efectiva, hasta que
todo se disuelve en las guitarras y los teclados que concluyen el tema. La
letra es realmente buena, y algo extraña (como todas las del disco), y trata de
la despersonalización y alienación del trabajo en las industrias.
La siguiente canción es distinta. The Aftermath es una
balada de piano, algo plana en cuanto a arreglos, pero muy conmovedora y, sobre
todo, muy melódica. ¡Escuchen ese estribillo! ¡Escuchen esa melodía majestuosa!
No puede no gustarte.
Luego tenemos Ruby Over Diamonds, una canción más cortita
y extraña. Se trata de una mezcla de funk y new-wave, todo licuado con un ritmo
de vals. ¿No suena increíble? Y sí lo es. El riff de bajo es demoledor, y luego
se le agrega una guitarra pulsante genial, pero en el estribillo se callan para
configurar una atmósfera casi de balada. A continuación se agrega un piano, y
más adelante tenemos unos coros fantasmagóricos que terminan de configurar una
canción única. Aunque no, no “terminan” de configurarla, porque todavía hay
más. Un solo de guitarra genial que da paso a la última estrofa, brillante,
repleta de coros y riffs y matices y genialidades por doquier. Un tema
inquietante y maravilloso. La letra es espontánea y escurridiza, una
declaración de amor que mezcla delicadezas con frases como “Now I want to make
children”.
Sin interrupciones pasamos a Melpomene, una balada de
amor. Pero no esperen nada cursi: ésta balada de amor es totalmente etérea. El
teclado del principio ya consigue apabullarme: ¡cuánta hermosura, cuanto placer
en mis oídos! La melodía, casi susurrada por Kasper, es exquisita. ¡Escuchen
las guitarras en el minuto 1:27! Qué fantástico. Al igual que muchos temas del
disco, Melpomene va subiendo en intensidad, con una batería cada vez más
frenética y cascadas de guitarras cada vez más omnipresentes. Luego del
precioso estribillo, damos paso a la sección del medio, casi rapeada por
Eistrup, que nos descoloca por completo antes de tumbarnos definitivamente en
el suelo con esa guitarra distorsionada tan perfectamente introducida que
antecede al estribillo final, cantado de forma desgarradora. La letra, a mi
entender, es de las mejores del disco. Como casi todas, es de amor, y describe
perfectamente la sensación de amor no correspondido (“Now I can´t close my eyes when she’s around / And
she’s around / Passing like the wind that shapes the clouds”) hasta
que, de golpe, pasa a ser correspondido.
Hasta aquí la seguillida de canciones era realmente
perfecta. The Push ya no es tan buena, pero sigue siendo disfrutable. Se trata
de una balada de piano, carente de demasiada instrumentación, pero con una
bella melodía, triste en las estrofas, optimista en el estribillo, y una
atmósfera muy bucólica y evocativa (más que nada en esa extensa sección del
medio en donde parece que estamos hundidos debajo del agua). La letra es
nuevamente genial, y ésta vez es más comprometida políticamente, ya que
describe (con un cierto optimismo que noto falso a consciencia) la depresión de
la vida en las ciudades en el nuevo siglo, con frases geniales como “Forever
changing plans / Restrained by envious spirits / And wanting to want to give in
/ And go for the country” o “Where my bare feet are walking on dew / Without
treading a needle / On a needle”, sin contar ese maravilloso concepto de “The
sounds of someone close to falling apart”.
Ramparts es el tema más rockero del disco, y nos devuelve
a altos niveles. El tema, nuevamente, comienza con menos fuerza, pero ya se le
nota una furia contenida, un impulso, una electricidad escondida. Rápidamente
la batería se descontrola, las guitarras distorsionadas aparecen y nos vemos
sumergidos en el maremoto. Luego todo se apacigua, el solo nos calma, pero
sabemos que es una mentira. Y lo constatamos con la repetición del estribillo,
salvaje y frenética. Y ojo, que a pesar de ser la más rockera del disco, no
pierde nada en cuanto al refinamiento de la melodía. Particularmente, podría
morirme escuchando (y cantando) ese estribillo.
Con Petite Machine nos tranquilizamos un poco,
disfrutando de un ritmo lento y majestuoso y una melodía sobria pero, como
siempre, lujosamente matizada con guitarras. Sobre el final, nuevamente atacan
las guitarras distorsionadas, generando un clima bastante épico.
A continuación nos sorprendemos. ¿Acaso eso es una
guitarra acústica? Sí señor. Estamos hablando de The New Gold, una preciosa
balada folk con una melodía que, literalmente, me eriza la piel y me transporta
a un fogón bajo la luna en algún lugar alejado de la civilización. Una armónica
melancólica (eso rimó) y la, como es costumbre, bellísima voz de Eistrup
completan la escena.
Luego viene Big Fresh, un tema largo y que
particularmente me gusta bastante. No alcanza el nivel de otras canciones del
disco, pero está muy bien hecho, con un bajo predominante, guitarras
extañamente psicodélicas que al final cobran distorsión y ferocidad, y un
minuto final muy sosegado, casi silencioso, con apenas unas notas de piano
matizadas con efectos electrónicos.
Pero mi canción favorita del disco (quizás junto con
Rocket Brothers) es In The Sand. Y no sé bien por qué. Es una balada
tradicional de piano, muy a lo Coldplay, y la melodía ni siquiera es muy
pegadiza. Pero algotiene. Algo que me conmueve. Que me hace llorar. Costó que
me guste, pero una vez que logré penetrarla, la amé con desesperación. Esas
guitarras como pájaros que aparecen en el estribillo, esa maldita voz de Kasper
que recién en las últimas dos frases nos entrega el celestial falsete que todos
veníamos esperando, esos platillos de la segunda parte, y sobre todo,
obviamente, esa melodía, que no se te pegará fácilmente, que es de esas
melodías volátiles pero eternas, misteriosas, que parecieran esconder el
secreto de la existencia. Nada puede contra algo así.
Lástima que tuvieran que arruinarlo todo con Small Poem
Of Old Friend. Se trata de un rock que no es particularmente horrible, pero es
muy ampuloso, con muchos gritos mezclados con mucho silencio, sin nada de la
sutileza que caracteriza al resto de las canciones, y sobre todo, demasiado
largo. ¿Justo éste tema tenía que durar 6 minutos? ¿Era necesario?
Pero bueno. Qué se le va a hacer. Vamos terminando el
disco con la canción que le da título al mismo, Zitilites. Que me encanta. En
realidad es otra balada…al final son todas baladas. Pasa que cada una es tan
única que uno no lo nota. En fin. Es una balada distinta a las otras, fría,
mecánica, llena de efectos electrónicos, revoloteos, con un bajo y una batería
brillantes (cortesía de Mads Tunebjerg y Asger Techau respectivamente) y una
melodía tímida, casi imperceptible. En el medio, el piano se vuelve medio loco,
aunque sin salirse mucho de lo común. Todo parece como atado, robótico, y esto
es lo que lo hace genial. Es una balada de amor rodeada de opresión y
oscuridad, un susurro romántico en medio de una ciudad glacial, inexpresiva y
mecanizada. Y la canción termina de la nada, literalmente, como un telón que
cae para dar paso a Bodmin Pill, el último tema del disco, que es simplemente
una pieza ambient muy al estilo de Treefingers (de Radiohead) que nos devuelve
al mundo real.
Un discazo, de verdad. Cuánta riqueza musical hay en el
mundo, y qué lindo es ir descubriéndola.